Hola, chavalines y chavalinas (ejem), hoy voy a compartir con vosotros la receta de la
tarta de queso japonesa. Se trata de una tarta de queso, sí, pero
ligeramente diferente.
Ligeramente es la clave, porque es precisamente así: una tarta
ligera. No, engordar engorda mogollón, pero no es densa ni apelmazada como las tartas de queso al uso. Es más bien esponjosa, ligera y cremosa. Como un bizcocho suave y húmedo. Riquísima.
Vamos a necesitar:
- 450 gr de queso tipo cremoso (Mascarpone, Philadelphia…)
- 100 ml de leche entera
- 55 gr de mantequilla y un poco más para engrasar el molde
-
6 huevos medianos
- 150 gr de azúcar blanquilla
-
60 gr de harina floja (repostería)
- 20 gr de Maicena
-
1 chorrito de vinagre, zumo de limón ó 1 sobre blanco de gasificante
-
1 cucharada de esencia de limón
-
ralladura de 1 limón grande
- 1 pizca de sal
Vamos allá.
Lo primero es poner a
fuego suave en un cazo los quesos, la mantequilla, la leche y el azúcar. Calentamos removiendo suavemente hasta que tengamos una
crema homogénea.
Traspasad la crema al bol más grande que tengáis, y dejamos enfriar.
Una vez frío,
separamos las yemas de las claras y se las añadimos a la mezcla anterior ya fría, junto a la esencia de limón, la ralladura y la harina y la Maicena tamizadas. Mezclamos hasta conseguir una mezcla homogénea. Reservamos.
Vamos precalentando el horno a 150º (calor arriba-abajo sin aire).
Montamos las claras a punto de nieve junto al gasificante y la pizca de sal. Y ahora viene la parte delicada y más pesada: mezclar las claras sin que éstas bajen, con el resto de la masa. Si lo conseguimos (no es difícil, sólo requiere un poco de paciencia), entonces habremos conseguido darle a la tarta esa textura esponjosa y cremosa.
Lo hacemos de la siguiente manera: con una espátula o lengua vamos incorporando de abajo a arriba y al centro, con movimientos envolventes, las claras a la masa. Con paciencia, poco a poco, hasta que todo quede perfectamente integrado. Veréis que la mezcla ha crecido considerablente en cuanto a su volumen. Por eso agradeceréis haber escogido un bol grande desde un principio. No sé si lo apreciáis en las fotografías de abajo: antes de las claras, después de las claras.
Vertemos la mezcla con cuidado en un molde, y con éste, nos vamos al horno. Este paso es también un poco coñazo, porque consiste en llenar la bandeja del horno de agua, de manera que la tarta se cocine
al baño maría. Ojo con los movimientos bruscos...
Horneamos durante una hora aproximadamente, dependiendo del horno. Hay que esperar hasta que el pastel esté dorado y que cuando lo pinchemos con una aguja, salga limpia, como siempre.
Cuando esté, apagamos el horno, pero dejaremos el pastel dentro con la puerta entreabierta hasta que se enfríe. Luego lo desmoldamos y lo espolvoreamos con azúcar glass. Es mejor dejarlo en la nevera unas hora o incluso toda la noche antes de servirlo. Queda mucho más asentado y delicioso.
Bueno, sólo queda zampárselo.