Ahora que estamos prácticamente en Navidad, estas galletas son ideales. Si os hacéis con algún cortapastas con formas navideñas, o simplemente uno con forma de estrella o corazón, y espolvoreáis azúcar glass por encima de la galleta... ¡el efecto Navidad está garantizado! Y si no, mirad.
Estas galletitas no son nada del otro mundo pero, personalmente, el sabor de la mantequilla y la textura suevemente aterronada me vuelven loca. Son unas pequeñas delicias de las que estoy secretamente enamorada.
Para hacerlas necesitaremos:
- 150 gr. de mantequilla a temperatura ambiente,
- 100 gr. de azúcar glass tamizado,
- Un huevo a temperatura ambiente,
- 1 cucharaditas de esencia de vainilla,
- 350 gr. de harina tamizada,
- Una pizca de sal.
Lo primero que vamos a hacer es batir la mantequilla hasta que quede suavecita suavecita y de un amarillo pálido. A continuación añadimos el azúcar y seguimos batiendo hasta que quede completamente incorporado. Es el momento de añadirle el huevo y la esencia de vainilla. Batimos hasta que el color de la masa sea uniforme.
Ahora iremos incorporando la harina tamizada, poco a poco, mientras batimos. Ya veréis cómo la masa va engordando...
Llegará un momento
en el que tendréis que prescindir de la batidora y vais a tener que AMASAR, es decir,
usar las manos. Usad sólo una mano, la otra conservadla limpia, vais a
tener que manipular la harina para ir incorporándola toda, y nunca se
sabe si vais a necesitar urgentemente coger el teléfono, rascaros la
nariz... esas cosas.
Al principio la masa será irritantemente pegajosa, pero conforme vayáis añadiendo harina, se irá haciendo más compacta y se acabará volviendo absolutamente manejable. No se pegará en absoluto a vuestros dedos. Añadid harina hasta que eso pase, no importa si se sobrepasan los 350 gr. indicados.
Cuando podáis hundir los dedos en la masa y sacarlos completamente limpios, podéis hacer tres cosas: podéis dejarla enfriar un ratito, de manera que se manipulará mejor o ya podréis estirarla y cortarla.
En cualquiera de los dos casos, llegado el momento de cortarla, precalentamos el horno a 190ºC. Os recomiendo que preparéis dos trozos de papel de hornear suficientemente grandes para meter entre ellos una bola de masa y poder extenderla fácilmente, con un rodillo, o una botella, hasta tener una lámina de medio centímetro de grosor, más o menos.
El resto es sencillo: las cortamos con el cortapastas elegido y las vamos colocando en una bandeja de horno, previamente forrada con papel de hornear. Las dejamos en el horno de 15 a 20 minutos, o hasta que veamos que están doraditas, pero no demasiado.
Si no habéis usado toda la masa, podéis congelar el sobrante y descongelarlo más adelante para hacer otra hornada. La masa queda perfecta una vez descongelada, doy fe.
Ya está. Las sacamos del horno y las dejamos enfriar ligeramente, porque calientes están todavía un poco blanditas y se nos pueden romper.
Y prácticamente ya están. Se pueden comer así, o se pueden espolvorear con azúcar glass. Yo hice una remesa de corazones para una boda especial, y las embolsé por parejas. Una de las dos galletas iba bañada en chocolate de cobertura que dejé enfriando toda la noche en la nevera, y que al día siguiente no se derritió ni un poquito. Quedaron muy monas, y tuvieron mucho éxito, lástima que no hice ni una triste foto al paquetito.
En fin, para la siguiente.
Te leí en el grupo de BLW y llegue a tu página. Gracias por compartir la receta de estas deliciosas galletas!!!
ResponderEliminar